miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL AUGURIO

Soy anciana y vieja, y sabia. Los años me han convertido en lo que veis; me han despojado de belleza y altanería, pero me han regalado el más preciado tesoro: mis recuerdos. Algunos de esos recuerdos hieren el corazón hasta hacer llorar lágrimas de profunda tristeza, y la añoranza de la oportunidad de cambiar la historia crispa los nervios aun sabiendo que el combate por ese cambio hubiera sido tan importante como terrible en sus consecuencias.

Recuerdo con especial dolor, la noche más larga de mi vida. Una noche fría, oscura y triste del invierno que marcó el fin de una era de espadas nobles y pactos de caballeros y dio la bienvenida a la tiranía del que predica piedad y a la traición del que promete amparo. Todo el pueblo reunido en el bosque escuchó a un extranjero hablar de aquellos que llegarían de lejos, del destino y del augurio oscuro de lamentos y pena. Esa noche comprendimos que el miedo nos mantendría vivos, que la malicia que todos deseábamos desterrar de nuestros corazones sería necesaria para respirar, que nuestras almas sufrirían más tormento que nuestros cuerpos.

Esto fue lo que aquel extranjero nos contó:

“El poder que unos pocos individuos poseen es, sin ninguna duda, el elixir de la vida eterna; un afrodisíaco tan potente que aquellos que gozan de su fórmula, convierten su existencia en una continua orgía de corrupción e indiferencia y que les transforma en grasientos estómagos que digieren sin ningún pudor el futuro del mundo.

Esos pocos gigantes de corazones podridos se esconden bajo miles de excusas de la incomprensión de los que, resignados, agachan la cabeza y reinterpretan los mandatos de los poderosos, sonríen con ladina envidia de ese poder y procuran no parecer perros lamiendo las manos maltratadoras de aquellos que nos apalean con gran placer.

Nuestras vidas ya no nos pertenecen. Nuestras ambiciones ya no tienen ningún porvenir. Nuestra sociedad se derrumbará a pesar de las revoluciones que diariamente emprendemos. Nuestro proyecto de supervivencia común, después de tantos siglos, carece de sentido si los Sin Alma siguen alimentándose de nuestros sueños.

Un nuevo orden en el devenir de nuestro mundo; la esclavitud de los hombres libres que sólo serán libres si se someten al inmenso peso de las decisiones baratas y arteras de unos pocos que no viven en el mismo presente que aquellos que respiran su desprecio, porque no serían capaces de sobrevivir a su propia tiranía.

Hipócritas. Nos miran sin vernos desde sus tronos y púlpitos, vociferando falsas buenas intenciones que prometen futuro y descanso de guerras y hambrunas y que les dibujan en sus malolientes bocas, sonrisas que encandilan a ignorantes. Están llenando las mentes de muchos, de ilusorias predicciones. Cuentan que todo será distinto y mejor, pero lo único que hacen es escupir basura, diluyen veneno en miel que dulcemente acabará convirtiéndonos en mano de obra sin ningún valor, engendradores de animales racionales, conversores de vidas en inmorales monedas de dorado poder y engordaremos sus barrigas con nuestra libertad corrompida y nuestro día a día encerrado en un bonito envoltorio, acabará por asfixiarse.

Y cuando ya todo nos deje de doler, cuando ya no puedan hacernos más daño, nos levantaremos, seremos tan fuertes como grande será el odio… y moriremos con el orgullo que ciega la sabiduría y la razón.

El poder, al final, les despedirá a los pies de sus tumbas y sus hijos llorarán por sí mismos mientras contemplan su herencia; la herencia de los Sin Alma: El desastre.”

No peleamos. Ni siquiera salió una palabra de nuestras bocas. Sólo llanto y desesperanza. Fuimos cómplices de la maldad pura y de la resignación cobarde del que siente el látigo en su espalda aun sin verlo. Fuimos nuestros propios verdugos sin alzar el hacha y nunca levantamos la mirada del barro infecto en el que se habían convertido nuestras creencias: un lodazal impuesto y temido hasta defenderlo como cierto.

Y después de años de oscuridad, comenzamos a entender que el desprecio por nuestro destino se había tornado en la aceptación plena del castigo por nacer malditos e indignos. Y dejamos de sentir. Y admitimos que jamás habría lucha.

Ahora maldigo el día que no levanté mi noble espada contra aquellos que trajeron lamentos y terror a mi pueblo y que quemaron en una inhumana hoguera al que enjugaba mis lágrimas por la inocencia asesinada y la libertad violada de cada hermosa vida que pervirtieron: el extranjero sabio que no pudo salvar nuestros corazones.

viernes, 15 de octubre de 2010

El Ansia

A veces imagino historias que me gustaría vivir o que ojalá jamás tenga que vivir. Esas veces, mis imaginaciones son tan intrigantes y excitantes que me sumerjo en ellas y casi puedo tocarlas. Mi mente es como un río que se precipita montaña abajo desordenado y loco tras el deshielo y sólo logro detenerla cuando duermo.
En un mismo instante puedo encontrarme con los dioses del amanecer del hombre, con la mística seducción de un castillo, antiguo y poderoso, o con las edades y la paz de un bosque embrujado de sabiduría y magia. Viajo a siglos pasados que aguardan a ser completados por vivencias ficticias, amables o terribles; viajo a estancias que atesoran secretos de hombres, mujeres, sentimientos y sentidos, profundos como la noche o a flor de piel; siento caricias de sufrimientos y penas; siento abrazos de todo aquello que bulle en lo más hondo de mi oscuro corazón; siento todo lo hermoso o humano que puedo llegar a vislumbrar en mi fantasía.
A veces deseo ser capaz de imaginar más allá. Deseo conocer más todo aquello que nace de mi mente soñolienta. Quisiera ser capaz de excavar hondo y hondo en mi realidad, hasta que ya no fuese ahora, sino el momento y lugar en el que me recreo. Aunque me duela. Aunque paladee la maldad; la inconsistencia de una mente enferma; la existencia de la más profunda desesperanza; la injusticia de la condición austeramente humana del hombre… deseo sentirme allí y pasearme por los escenarios que voy creando pues me enamoro de lo que siento, de lo que veo, de lo que construyo. Deseo estar allí para entenderlo. Para entenderme. Para vivir más allá de mi vida.
Y cuando llego a mi presente, simplemente vivo esperando volver a imaginar y mientras espero, recuerdo sabores que jamás paladearé, olores que nunca podré oler y silencios en los que no podré descansar, porque en mi mundo no existen. Porque ya no existen. Los añoro mientras miro a mi alrededor, sopesando la ventaja de avanzar paso a paso a cambio de imaginar cada vez un poco menos y de olvidar cada vez un poco más aquello que me subyuga el corazón.
A veces quisiera dejar de imaginar. Me siento triste en mi mundo real y veloz. Me ahoga un vacío abatido por la lucha contra el olvido del devenir de la vida y persigo los muros de piedras antiguas y empapadas en historia, ciudad tras ciudad, como si fuesen capaces de contarme el secreto de cómo volver atrás, tan lejos como viejo es el mundo. Y las acaricio suavemente y el ansia de sentir la impronta que han dejado los años en ellas, me recorre el espinazo, y me duele verdaderamente el corazón pues es sólo una estúpida esperanza. El deseo inmaduro e irreal de retroceder en la historia, lejos de aplacar mis anhelos, echa más leña a un fuego que me quema la esperanza de sonreír complacido mientras vivo en otra era, lejos de aquí y ahora, lejos del aire pesado, del cielo quebradizo y la existencia hueca.
Pero miro por mi ventana y veo en lo que se ha transformado el mundo, repleto de monstruos que respiran humo gris, de calles envenenadas por máquinas sin belleza, de gentes que han olvidado reír… Y sé que de nada sirve desear. Sólo puedo refugiarme en aquello que me mata, aprender a aceptar el ansia que me tiraniza el ánimo y dejar de luchar contra mi imaginación. Aunque me duela.

lunes, 20 de septiembre de 2010

REENCARNACIÓN

Recuerdos. La cabeza me va a estallar. Necesito parar. Son historias sin sentido, que no he vivido, sé que no las he vivido... pero las recuerdo. Y las siento. Sí; necesito parar de pensar.
Alguien grita tan lejos de mí que apenas lo oigo como un susurro, pero noto el aliento de esas palabras cerca de mi nuca, un aliento dulce que recorre cada rincón de mi mente hasta convencerme de la presencia real de aquella voz; abriré los ojos y la reconoceré. La hermosa diosa me sonríe complacida. Me permite acariciar su rostro de alabastro y besar sus gentiles manos. Contemplo la calma y el sosiego en sus hombros, la belleza de un ser eterno sólo comparable con su propio poder. Admirarla en todo su esplendor, tan próximo a ella, me hace sentirla como parte de mí.
La voz vuelve a acariciar mi nuca: "Tu trabajo es del agrado del Faraón. Vete ahora, la Diosa te recompensará."
La Diosa de alabastro me mira y de pronto sus ojos se vuelven rojos como de carbones encendidos. Toda la ira del universo estalla como un enorme volcán, el calor me abrasa la piel, apenas puedo respirar. Levanto la vista hacia la Diosa suplicando clemencia. Una turba enloquecida me escupe, me arrojan piedras, me gritan: "¡¡A la hoguera!! ¡¡Herejía!!"
El fuego ha comenzado a alimentarse de mis harapos. Ni siquiera puedo gritar de dolor, todos mis sentidos están paralizados. Frente a mí, unos hombres hablan a las gentes mostrándoles unos legajos de pergamino, me miran, me señalan, la multitud se encoleriza contra mí y los legajos acaban a mis pies, atizando el fuego que acabará devorándonos.
Una voz refresca mi nuca: "Tu trabajo es del agrado del Faraón. Vete ahora, la Diosa te recompensará."
Calma y sosiego. Reconfortante descanso. Temo abrir los ojos; tal vez sólo sea ceniza. Noto un sabor agradable en la boca. Abro los ojos y veo ante mí una copa de vino tinto. En la estancia sólo hay un piano de cola. Cientos de partituras tapizan el suelo y unas cuantas velas dibujan melancólicas mi figura y la de mi copa de vino en la desnuda pared. Las notas del piano se han quedado solas, tristes, mudas, no se oirá más la belleza de su música.
Me siento en el suelo con dificultad y leo partitura tras partitura deleitándome en el recuerdo.
Una familiar y dulce voz me susurra al oído: "Tu trabajo es del agrado del Faraón. Vuelve ahora, recibirás tu recompensa."
Recuerdo mi destino, el que el Faraón me regaló: Imaginar, crear, construir. En el fondo de mi alma resuena el eco de aquella voz y se que siempre volveré a escucharla hasta el día que al fin regrese al lado de mi Diosa de alabastro y pueda contemplarla una última vez, sonriendo complacida.

viernes, 3 de septiembre de 2010

FANTASMAS

Tiene los ojos amarillos como el azufre que el mismo Satanás bebe a la salud de nuestras almas; su larga y desordenada cabellera roja es un nido de rojas serpientes con sus dagas infectas de veneno amargo como la hiel.
Su hermosura sin duda, era un regalo de los infiernos para seducir a los hombres. Es la esposa del corrupto Ángel Oscuro que destila terror y nos lo sirve en hermosas copas de oro.
Todas las piedras de la prisión sudan sangre y dolor; los gritos, súplicas y lamentos de los desgraciados, resuenan a diario en las paredes desde que llegó la mujer. El aliento de los guardianes del infierno me sobrecoge el alma cuando, al llegar la noche helada, recuerdo cada hueso quebrado, cada jirón de piel desollada, cada lágrima por cada uno de los pecados que hemos cometido. Lo veo reflejado en sus ojos. Su melena del color de la sangre, arropa su pecho y su espalda recordando el látigo que desnuda la carne y se baña en el tibio y dulce vino de Dios.
El tiempo es eterno y el silencio está tan vacío de esperanza y es tan desolador... Y de pronto, ella deja escapar una lágrima y con esa lágrima, el silencio se quiebra y miles de aterradores sonidos me persiguen hasta hacerme caer en el más desesperado de los llantos y me trae una tristeza tan inmensa que ni el mismísimo Dios pudo haber creado. La realidad se nubla y los gritos que yo oía en los Tormentos son sólo sombras de lo que ella provoca en la prisión.
Entonces, se acerca a los barrotes de su celda y de su boca comienzan a brotar susurros que esconden lamentos de terror, murmullos que me acusan de matar hermosas e inocentes vidas.
Y les veo. Y les oigo... “No permitiremos que mueras; torturaremos tus recuerdos hasta que tu alma no viva más”

jueves, 29 de julio de 2010

AGORAFOBIA

Su mundo estaba muy lejos de ser algo hermoso, pero ella ni siquiera se asomaba para mirar, pues estaba segura de que no había ni una pequeña fisura por donde se filtrase un ápice de contrariedad. Asumía que su vida era lo que vivía y con una pasmosa resignación, iba y venía sin plantearse nunca el porqué de sus idas y venidas, simplemente lo hacía. Era lo que en el fondo deseaba, hacer o no hacer, sin pensar, sin dudar, sin ver.
Aceptó que no había nada interesante más allá de un cercado que ella construyó alrededor de su persona, así guardaba como un tesoro de increíble valor, un pequeñísimo mundo dentro de una gruesa coraza de hierro, lejos de cualquier posibilidad de descubrir algo más allá de sí misma que tuviese un mínimo de sentido, un ínfimo rescoldo de lo que quizás algún día podría haber sido una erupción de vida, de historias y de sentimientos. Sonreía a su imagen en el espejo con expresión amable, como queriendo hacerse amiga de alguien a quien apenas conocía; tenía escondido en lo más profundo de su mente el terrible presentimiento de que en la bonita cadena de plata que mantenía su realidad bien sujeta a su presente, faltaban algunos eslabones, tantos, que hacían que, a veces, la cadena se tensase en demasía y quisiera asfixiarla.
Dejarla sin aire. Prohibirle respirar.
Un día el espejo no le devolvió la sonrisa de todas las mañanas. Un día el espejo se oscureció cuando la mujer que vivía en su interior, comenzó a burlarse de su ingenua mirada, de su ridícula expresión de persona resignada y convencida de una completa felicidad inexistente, de su estúpida sonrisa de sumisión a su propia inutilidad como ser humano pensante. Le miraba con asco desde el otro lado del espejo, gritándole con desprecio: “¡¡¿¿Qué has hecho con mi vida, puta??!!”
Ella lloraba con su cara desencajada por el pánico, buscando a su alrededor la ventana a la que jamás se quiso asomar, para salir de aquella pesadilla y volver a su refugio de no pensar, no dudar y no ver. Rompió el espejo deseando matar a la infame mujer que vivía dentro y todo era dolor a su alrededor, sangre caliente y cristales que abrían su carne buscando desesperadamente las venas que les llevarían hasta los fantasmas que guardaban celosamente la verdad de su mundo: Su irrealidad.
La sangre quemaba. Los cristales se hundían más y más. Los fantasmas se liberaron y la empujaban violentamente hacia el exterior de sí misma y ella sollozaba inútilmente paralizada por el miedo a caer en el vacío. Más allá no había nada. La mujer de dentro del espejo la agarró fuertemente del cuello y ella pensó que moriría asfixiada por su propia imagen. Se acercó tanto a su cara que pudo sentir su aliento frío besándola suavemente. De pronto los fantasmas, entre gemidos de dolor, la soltaron y regresaron.
Ahora oscuridad y silencio. La mujer del espejo parecía abatida y triste. Era una imagen desaliñada, sucia, desnuda y hambrienta que le pedía con la mirada rota un poco de luz y calor. Todo se había calmado por fin, todo volvía a ser como ella deseaba. Todo su pequeño mundo acurrucado entre algodones en lo profundo de la caverna de su mente, como el más preciado tesoro, guardado con celo a salvo de cualquier ápice de contrariedad.

jueves, 15 de julio de 2010

LA TRISTE JAULA

Un hombre se lamenta en silencio pues le duele en el fondo de su corazón el amor que le une a su dulce luz en la oscuridad.
Un hombre se esconde como el Sol tras el mar y con él se encierra en una quejumbrosa jaula cubierta de herrumbre a salvo de las miradas curiosas de las Estrellas, el séquito de la Señora de la Noche, esas que entre estridentes risas le cuentan a ella los secretos que jamás deberían salir de la mente de ese hombre que retuerce su alma, desnudo, en el más oscuro rincón de un sórdido sótano.
Él mira a través de los barrotes que desafían su ansia de volar y observa confuso el blanco y hermoso rostro de la Luna; esa amante dura y dulce, fría y arrolladora que torna la calma en tempestad, que transforma al humano en el animal al que ama desde su altivo trono. Esa que convierte al Hombre en el Lobo.
Ella maldice al Sol que se lo lleva cada día cuando él, saciado de sangre y libre de Humanidad vuelve a su oscuridad. Le oye gritar de dolor. Culpa al que le roba la vida de subyugar el corazón del Lobo y atarle cruelmente a una cárcel que no existe más que para sí mismo.
El hombre llora de nuevo acurrucado en su jaula herrumbrosa observando su vergonzante desnudez.
El hombre ansía de nuevo sentirse amado por la Luna, sentir el poderoso olor de la tierra, saborear en terror que sus ojos infunden en el alma de todo aquel que respira, pero sabe que el tiempo debe pasear su elegante y lento caminar por su día hasta que el hiriente y envidioso Sol decida esconderse a llorar por el hombre que no le ama.
Y cuando el hombre comience a sentir aquel dolor inmenso, sonreirá en su agónica transformación, vislumbrando entre los odiados barrotes a su dulce luz en la oscuridad.

domingo, 11 de julio de 2010

LENTAMENTE RECUERDA...

Amanece un día vacío. Otro como tantos en los que nada importa. Un día menos para llegar a aquel en el que decidir morir y por fin dejar de esperar otro día vacío.
Un sabor oscuro empapa su confuso recuerdo de la noche pasada; un malestar sordo en la garganta y la conciencia que no logra saber de qué enfermedad es síntoma ni si habrá droga para mitigar o siquiera adormecer esa sensación. Tal vez con tiempo…
Se acuesta de nuevo para permitir que las horas hagan su efecto analgésico sobre su dolor de cabeza y su tormenta en el recuerdo y poco a poco se desembarace de la sensación de haberse perdido parte de su vida mirando al techo. Pero no puede dormir; sólo dejar pasar el día sintiendo desasosiego y un ligero deseo de inexistencia.
El Sol camina lento y paciente atesorando los minutos que la gente va dejando atrás y como si fuese el tramoyista de un gran teatro, va poco a poco abriendo el telón de su resaca, despejando una realidad cada vez más sorprendente, cada vez más oscura, cada vez más aterradora…
De pronto, comienza a escuchar, lejanas en tiempo y espacio, voces. Son muchas y confusas. Algunas parecen avisarle de algo; otras suenan a acusaciones; algunas lloran desconsoladas. Todas llegan lentas a su mente y entre confuso y curioso va dando forma a las voces y las coloca adecuadamente en el tiempo, recreando así el escenario adecuado al recuerdo de su realidad temporalmente olvidada.
Recuerda… Lentamente recuerda… Ordena trozos de noche… Recompone…
... Terror.
Le falta el aire; intenta respirar pero el aire no llena sus pulmones, no consigue deshelarle la sangre. ¡¡Cuántas lágrimas puede llorar!! Desea volver atrás y no ser él nunca, no haber existido jamás, no tener ni cuerpo ni alma ni mente. No sentir aquello, más allá de la náusea, intentando vomitar su vida entera, más allá del dolor que le produce el miedo destripándole el alma, sufriendo el asco más repulsivo al mirarse las manos; al tocarse la cara y el cuerpo; al boquear intentando seguir vivo sin desearlo, pues como si fuese una venganza, su vida se recrea en aquel momento, amontonando en su habitación más y más recuerdos, cada vez más minuciosos y cada vez más vívidos.

“Se sentía extraño en su propio cuerpo, aunque era feliz y poderoso. Era una sensación vertiginosa y meramente artificial, pero en ese momento no la hubiera cambiado por nada del mundo. Plenitud. Eso era.
Sintió cómo el acero se hundía en la carne y le sorprendió lo caliente que estaba la sangre de aquel individuo. Vivió esos minutos sonriendo y casi amándose a sí mismo pues nadie en todo el mundo ni en todas las vidas había sentido exactamente lo mismo que él; En realidad no existía nadie más en el mundo. Aquel individuo le había robado el aire y lo había matado. Ya estaba; era un dios. Le había arrebatado a un hombre lo más importante que tenía y había sido sencillo. Y no le había importado. Fue meticuloso y consciente y estaba orgulloso y convencido de que debía paladear aquel momento.
Unas horas más tarde quiso violar a una mujer y deseó matarla también. Las dos veces se sació sonriendo.”

El día que amaneció vacío, ahora se termina entre vómitos y llanto angustioso del que necesita morir porque no puede soportar sentirse a sí mismo, porque le aterra y le asquea saber quién es. Porque el sabor oscuro en el fondo de su garganta es el de la hiel amarga de la abismal tristeza y la sangre de otros gritando desesperada, llamando aterrorizada a una conciencia muerta de una puñalada por la espalda. Porque ha visto que entre la podredumbre que forma su corazón vive su otro yo sonriendo y sintiéndose feliz y poderoso y susurrándole muy despacio que le ama y que jamás dejará de amarle...
...Terror.

miércoles, 7 de julio de 2010

LA PESADILLA JAMÁS SOÑADA

Fue la más poderosa de las Emperatrices que jamás hayan existido. Su Imperio era tan extenso como el mundo y tan antiguo también. Todo era joven y fuerte. Ella era joven y fuerte. Se convirtió en la Emperatriz cuando fue concebida y fue concebida para reinar eternamente; sola y hermosa.
Su pueblo estaba formado por las más bellas criaturas; su corazón bizarro infundió en ellos la capacidad de sobrevivir, amando cada una de las lunas que cada noche les arropaban y siendo testigos únicos de la fertilidad de la tierra. Esa tierra que olía a belleza y a magia, que llenaba de cuentos y sueños los desvelos de los hijos de la Emperatriz.
Un día pensó que sería bueno que su pueblo conociese el resto de su heredad, así que los reunió y les habló:

“El tiempo no se detiene nunca y yo comienzo a olvidar mi juventud. Ya no puedo amamantaros a todos. Es mi deseo que dispongáis de vuestra libertad y pobléis todo el mundo; es grande y rico. Él os amamantará.
Partiréis mañana y os llevaréis mi recuerdo y mi aliento con vosotros.”

Les dio una pequeña bolsa de cuero que contenía el más precioso tesoro; un puñado de tierra del Imperio:

“Allá donde valláis esparcid un pellizco de mi alma al viento. Lo que sé y lo que soy crecerá con vuestros hijos y os protegerá de lo que aún no conocéis. Llevaos siempre vuestro comienzo con vosotros; cantad y venerad a vuestra tierra, pues sólo ella será la que mañana os recuerde y os ame para el resto de la vida.”

Se fueron. Miles se fueron. Algunos se quedaron. Sosiego. Un día volvieron. Miles volvieron. Unos pocos fueron llamados ante la Emperatriz:

“¿Me habéis recordado?” Preguntó.

“Hemos olvidado la tierra, señora.”

“¿Y… habéis esparcido mi alma al viento?”

“Hemos olvidado tu alma, señora.”

La ya antigua y gran emperatriz comenzó a ver cómo su imperio de desplomaba. Siglo tras siglo se desplomaba. Como un castillo de arena de derrumbaba. Fue saqueada en su fertilidad. Fue violada en su inocencia. Fue asesinada por sus propios hijos. Desmembrada con crueldad por manos teñidas de sangre y tierra.
Y erguida en lo alto de su orgullo malherido habló de nuevo:

“Marchó mi pueblo hacia la prosperidad y el buen destino, para perpetuarse, para crecer, para ser poderosos.
Regresó el caníbal ávido de carne, de mi carne, de mi sangre fuerte y salvaje, de mis entrañas fecundas y secretas. De mi pasado y mi futuro.
Regresó el hijo inmundo con su recuerdo de mí tan muerto y enterrado como mi presente. Con su corazón infectado de malas razones para justificar sus actos, nauseabundos y tristes.
Regresaron millones de pesadillas que jamás habían sido soñadas. Crueles y horrendas que ni Sol ni Luna conocían.
Yo creé la música con la que adornan sus cacerías; la vida y la muerte, la esperanza y la desolación y el dolor y la alegría. Yo no les regalé esa música. Me la robaron.
Esa música forma parte del alma que se llevaron en una bolsa para recordarme, la que deberían haber tenido tan cerca de sus corazones que pudieran sentir mi respiro, la que yo partí para alimentarles.
Mi voz es ronca como el ronroneo de un volcán pero también es terrible como su lamento cuando se yergue contra el cielo vomitando miedo y venganza, y así será mi voz cuando algún día el caníbal se gire, me vea y se postre ante mí. Y le diré:
¡¡¡YO SOY ÁFRICA!!! La madre del mundo. Llora ahora pues la tierra se cobrará lo que me has quitado. Llora mientras miras en qué has convertido mi presente. Llora porque ahora pagarás con tus lágrimas tu futuro. SOY ÁFRICA. Tu madre.”

domingo, 4 de julio de 2010

SUEÑOS

Los sueños... ¿Qué son los sueños en realidad? Pequeñas criaturas que juegan con el destino de las gentes, acurrucados junto a sus oídos mientras duermen, envolviendo agoreras patrañas en hermosas vestiduras de seda; como pequeños aliados que luchan de su lado en la guerra continua del día a día, procuran que todo parezca inocentemente temporal y el incauto, al fin, creyéndose a salvo de todo en su plácido encantamiento, sonríe.
Los sueños son traicioneros: Las gentes confían en ellos, en sus promesas de respuestas, pero no tienen; les regalan bruma en un bonito envoltorio, bruma que sólo confunde el entendimiento; son codiciosos, pues una vez se apoderan de una mente joven y ávida de sentimientos y experiencias fuera de su alcance, le agarran como la más potente de las drogas y esa mente ya no querrá cerrar nunca sus puertas. Encadenan a la Tranquilidad y al Descanso a un muro grande y poderoso y hacen que el deseo de derribarlo parezca tan inútil como absurdo. Son peligrosos: Nos ciegan hasta que un día el corazón se quita la venda y no nos reconoce... se le llenan los sentimientos de lágrimas y cansancio y poco a poco deja de amarnos.
Yo conozco a mis Sueños. Me engañaron durante toda una eternidad. Les tengo encerrados en lo más profundo de mi ya decrépita y anciana mente. Encontré a esas maldades arrastrando mis recuerdos por el barro, hasta que no quedó nada más que suciedad y el dolor de la culpa como un castigo sobre mi presente y retorcían con sus venenosas manos todas mis esperanzas de encontrarme en paz con mi alma cuando me despertase.
Si, yo conozco a mis Sueños. Y ahora desean abandonarme, pero estarán dentro de mí por eternidades de eternidades hasta que dejemos de odiarnos, hasta que mi corazón llore y por fin deje de amarnos.
Y descansaré sin soñar.
Pero, en realidad... son sólo sueños, ¿verdad?.

CREAR...

Cerré los ojos y centré mi mente en pensar, en inventar, en crear en definitiva. Cerré los ojos con fuerza y deseé volver a ser aquel a quien las gentes admiraban. Pero no hubo creación ni augurios de éxito.
Encendí las velas dando luz a la estancia, pretendiendo iluminar el camino que va desde lo más profundo de la imaginación hasta el filo de la pluma que acaricia lentamente las palabras y crea formas llenas de vida y fortaleza. Pero no fui capaz de formar esas figuras y desesperé por mi lentitud e ineficacia. Tiene que haber algo. Algo en lo profundo de mi ser espera a que sea capaz de darle voz. Lo sé. Lo deseo.
Ahora busco. Busco. Revuelvo mi cabeza buscando como quien busca en un viejo baúl, respuestas para el desasosiego. Las ideas más vacuas vienen y se van descartadas compadeciéndose de mi incapacidad para preñarlas de esencia. Y aun siendo consciente del límite invisible que me separa de mi parte creadora no cejo en mi intento de traer a mi mano las palabras que me hagan ser de nuevo uno y de retener a mi lado aquellas quimeras que tanto ansío. Aspiro a atrapar a una de ellas, sólo una de ellas, para acariciarla, para conocer hasta el último de sus secretos y construir con ellos pequeñas esquirlas de mi imaginación… Si tan sólo pudiera soñar, dejaría que mi ilusión viajase totalmente libre, sin ataduras a la realidad, sin estar dominado por la cotidianidad de un hombre colmado de convencionalismos; si pudiera ser capaz de no pensar, sólo dejarme llevar por mi fantasía...
Con mi mente cansada y sin aliento, apago las velas y deseo que sea la luz blanca y bella de la Luna la que me guíe y de nuevo cierro los ojos con fuerza deseando renacer de mi fracaso.
Viajé al pasado desconocido, al presente convulso, al futuro hostil y triste. Pretendí vivir historias inquietantes e increíbles. Lo quise tanto que por un momento sonreí y dejé de fustigar a mi imaginación para que gritara a los vientos aquello que escondía. Respiré profundo, como si no fuera a respirar nunca más y me olvidé de mi consciencia. Nada. Horas y horas de la más hermosa nada.
Y por fin escribo miles de impresiones, cientos de palabras que se agolpan desordenadamente en mis labios como queriendo lanzarse al vacío y volar lejos, rápido y plenos de sentimientos para llenar la mente de quien ame imaginar. Por fin escribo fragmentos de vidas empapadas en la tinta delicada de lo que nunca he vivido y nunca viviré, de lo que jamás intenté creer, de lo que deseo con todas mis fuerzas que no hubiera sucedido. Escribo… por fin.