viernes, 3 de septiembre de 2010

FANTASMAS

Tiene los ojos amarillos como el azufre que el mismo Satanás bebe a la salud de nuestras almas; su larga y desordenada cabellera roja es un nido de rojas serpientes con sus dagas infectas de veneno amargo como la hiel.
Su hermosura sin duda, era un regalo de los infiernos para seducir a los hombres. Es la esposa del corrupto Ángel Oscuro que destila terror y nos lo sirve en hermosas copas de oro.
Todas las piedras de la prisión sudan sangre y dolor; los gritos, súplicas y lamentos de los desgraciados, resuenan a diario en las paredes desde que llegó la mujer. El aliento de los guardianes del infierno me sobrecoge el alma cuando, al llegar la noche helada, recuerdo cada hueso quebrado, cada jirón de piel desollada, cada lágrima por cada uno de los pecados que hemos cometido. Lo veo reflejado en sus ojos. Su melena del color de la sangre, arropa su pecho y su espalda recordando el látigo que desnuda la carne y se baña en el tibio y dulce vino de Dios.
El tiempo es eterno y el silencio está tan vacío de esperanza y es tan desolador... Y de pronto, ella deja escapar una lágrima y con esa lágrima, el silencio se quiebra y miles de aterradores sonidos me persiguen hasta hacerme caer en el más desesperado de los llantos y me trae una tristeza tan inmensa que ni el mismísimo Dios pudo haber creado. La realidad se nubla y los gritos que yo oía en los Tormentos son sólo sombras de lo que ella provoca en la prisión.
Entonces, se acerca a los barrotes de su celda y de su boca comienzan a brotar susurros que esconden lamentos de terror, murmullos que me acusan de matar hermosas e inocentes vidas.
Y les veo. Y les oigo... “No permitiremos que mueras; torturaremos tus recuerdos hasta que tu alma no viva más”