domingo, 11 de julio de 2010

LENTAMENTE RECUERDA...

Amanece un día vacío. Otro como tantos en los que nada importa. Un día menos para llegar a aquel en el que decidir morir y por fin dejar de esperar otro día vacío.
Un sabor oscuro empapa su confuso recuerdo de la noche pasada; un malestar sordo en la garganta y la conciencia que no logra saber de qué enfermedad es síntoma ni si habrá droga para mitigar o siquiera adormecer esa sensación. Tal vez con tiempo…
Se acuesta de nuevo para permitir que las horas hagan su efecto analgésico sobre su dolor de cabeza y su tormenta en el recuerdo y poco a poco se desembarace de la sensación de haberse perdido parte de su vida mirando al techo. Pero no puede dormir; sólo dejar pasar el día sintiendo desasosiego y un ligero deseo de inexistencia.
El Sol camina lento y paciente atesorando los minutos que la gente va dejando atrás y como si fuese el tramoyista de un gran teatro, va poco a poco abriendo el telón de su resaca, despejando una realidad cada vez más sorprendente, cada vez más oscura, cada vez más aterradora…
De pronto, comienza a escuchar, lejanas en tiempo y espacio, voces. Son muchas y confusas. Algunas parecen avisarle de algo; otras suenan a acusaciones; algunas lloran desconsoladas. Todas llegan lentas a su mente y entre confuso y curioso va dando forma a las voces y las coloca adecuadamente en el tiempo, recreando así el escenario adecuado al recuerdo de su realidad temporalmente olvidada.
Recuerda… Lentamente recuerda… Ordena trozos de noche… Recompone…
... Terror.
Le falta el aire; intenta respirar pero el aire no llena sus pulmones, no consigue deshelarle la sangre. ¡¡Cuántas lágrimas puede llorar!! Desea volver atrás y no ser él nunca, no haber existido jamás, no tener ni cuerpo ni alma ni mente. No sentir aquello, más allá de la náusea, intentando vomitar su vida entera, más allá del dolor que le produce el miedo destripándole el alma, sufriendo el asco más repulsivo al mirarse las manos; al tocarse la cara y el cuerpo; al boquear intentando seguir vivo sin desearlo, pues como si fuese una venganza, su vida se recrea en aquel momento, amontonando en su habitación más y más recuerdos, cada vez más minuciosos y cada vez más vívidos.

“Se sentía extraño en su propio cuerpo, aunque era feliz y poderoso. Era una sensación vertiginosa y meramente artificial, pero en ese momento no la hubiera cambiado por nada del mundo. Plenitud. Eso era.
Sintió cómo el acero se hundía en la carne y le sorprendió lo caliente que estaba la sangre de aquel individuo. Vivió esos minutos sonriendo y casi amándose a sí mismo pues nadie en todo el mundo ni en todas las vidas había sentido exactamente lo mismo que él; En realidad no existía nadie más en el mundo. Aquel individuo le había robado el aire y lo había matado. Ya estaba; era un dios. Le había arrebatado a un hombre lo más importante que tenía y había sido sencillo. Y no le había importado. Fue meticuloso y consciente y estaba orgulloso y convencido de que debía paladear aquel momento.
Unas horas más tarde quiso violar a una mujer y deseó matarla también. Las dos veces se sació sonriendo.”

El día que amaneció vacío, ahora se termina entre vómitos y llanto angustioso del que necesita morir porque no puede soportar sentirse a sí mismo, porque le aterra y le asquea saber quién es. Porque el sabor oscuro en el fondo de su garganta es el de la hiel amarga de la abismal tristeza y la sangre de otros gritando desesperada, llamando aterrorizada a una conciencia muerta de una puñalada por la espalda. Porque ha visto que entre la podredumbre que forma su corazón vive su otro yo sonriendo y sintiéndose feliz y poderoso y susurrándole muy despacio que le ama y que jamás dejará de amarle...
...Terror.